¿Te has
preguntado alguna vez por que los jóvenes sufrimos de una forma u otra? Ya sea
por amor, amistad e incluso por algún profesor. Dejamos que nuestros días se
arruinen por una simple excusa o en el peor de los casos, una palabra. Hoy solo
quiero que hablemos un poco sobre LA AMISTAD.
A mí
personalmente, jamás me ha ido bien en las amistades. Cuando estaba en la
escuela sufrí de bullying; tenia compañeras con las que pasaba buenos momentos
y una amiga, aquella que me contaba todo a cerca de su vida pero a la que fui
incapaz de contarle alguno de mis secretos por miedo a que se los dijera a los
demás. Si, también cuento con graves problemas de confianza. No confío en
nadie, ni siquiera en mi mama, gracias a un familiar que me la arruino por
completo pero esa ya es otra historia de mi vida.
Tuve una
mejor amiga desde que tenía 5 años pero ella también se fue alejando como todas
las demás y nuevamente recurría al sufrimiento de no tener en quien confiar,
con quien hablar de chicos y nada más. También está mi hermana, pero nuestra
relación es algo extraña. Sonara raro, pero tenemos una gran confianza vía
facebook pero luego cuando la red social no está de por medio, es como si fuéramos
personas totalmente distintas.
Y para
resumir mi largo camino de amistades, hace casi 7 meses conocí a la chica que
es actualmente mí mejor amiga. Problemas nunca fallan y el nuestro fue
conocernos a través de dos computadoras. Ella viviendo en la punta de mi
continente y yo, al otro extremo del de ella. Irónica, la vida es irónica. A
pesar de pelearnos como locas y decirnos cosas que al final del día fueron las
más hirientes, se que ella estará para mí y yo para ella. La distancia no ha
sido un impedimento, nos vemos a través de Skype y cuando ella mira directamente
a la cámara es como si estuviera mirándome a los ojos.
A veces me
aterra el que se dé cuenta de algunos de mis más oscuros secretos, pero
recuerdo que solo observa a la cámara, y también que algún día yo tendré que
contarle aquello de lo que no soy capaz de decir. Hemos pasado por tanto y a la
vez hemos vivido tan poco juntas, y pesar del poco tiempo tenemos miles de
historias por contar como la primera vez que nos vimos las caras y duramos
hablando por más de dos horas. Uno de los mejores momentos. ¿Y por qué no? Esa
vez que nos peleamos y llore sin parar, pero sabes, no tienes un hermoso
arcoíris sin un poco de lluvia y como dicen por ahí: al final del arcoíris
siempre encontraras lo mejor.
Y por otro
lado, esta mi mejor amigo con quien comparto clases. Aquel con el que me pelee
a finales de mi primer semestre y pensé en jamás hablarle porque era la persona
más creída que conocía, aquel al que he aprendido a valorar y aunque muchas
veces le diga que no, a quererle también; aquel que muchas veces no entiende
nada de lo que digo, al que cada día le digo las peores cosas y las toma como
sinceridad. Ese chico con el que me entiendo de la mejor manera que puede
haber. Tenemos problemas tan parecidos y siempre estamos aconsejándonos
mutuamente. Nos guardamos secretos aunque para mi es algo normal ya. Hace poco
me “confesó” algo de él y sinceramente fue algo doloroso que se lo hubiese
dicho antes a casi media universidad que a mí, aquella a la que llama “mejor
amiga”; pero vale, esos son problemas del pasado. No te contare mucho sobre él,
porque a pesar de ser mi mejor amigo no sé nada de él.
No pretendo
darte lástima con mi historia, solo quiero que te adentres un poquito más en mi
mundo. Ahora sí, entrando en materia: las amistades. Hay amistades buenas y
duraderas, de esas que ni el viento puede llevarse lejos de ti, de esas que el
tiempo jamás podrá separar, esas amistades que son dignas de admirar, esas que
duran años y que a pesar de todo lo malo que se les atraviese en su camino,
siguen fuertes como un roble. Hay amistades pasajeras, de esas que conoces en
un campamento o incluso en el consultorio del dentista, son lindas porque
apenas ves a esa persona sientes ese hilo invisible que los está uniendo; esa
amistad a la que no veras mas pero que sabes muy dentro de ti, jamás olvidaras.
Y por último, pero menos importante… esas amistades que hacen daño, esas que no
traen nada bueno a tu vida, solo maldad y envidia; esas son esas amistades en
las que aquel que dice ser tu mejor amigo es quien más rápido te traiciona,
esas que solo te hacen llorar de tristeza y no de felicidad, esas en las que
sabes que esperar: la maldad.